Musas recordadas, artistas olvidadas: La mujer en la pintura

Secciones: Igualdad
CABRÉ I COLL, Alba (Alba CeColl). Berthe Morisot, Amrita Sher-Gil, María Blanchard, Frida Kahlo, Mary Cassatt, Gerda Wegener, Artemisia Gentileschi, Käthe Kollwitz, Sofonisba Anguissola, Angelika Kauffmann, Loïs Mailou Jones y Remedios Varo

Coincidiendo con la celebración del Día Internacional de los Museos, el pasado 18 de mayo, dedicamos este artículo a impulsar el conocimiento de las reproducciones al tacto de los lienzos que, desde el Servicio Bibliográfico, se envían periódicamente a las tiflotecas de los centros ONCE y que tienen como protagonistas a mujeres, aunque hayan sido pintados por hombres.

Cierto es que esas obras ocupan un relevante lugar en las más importantes pinacotecas, y su reproducción en relieve permite el acercamiento de las personas ciegas a éstas, pudiendo, mediante su  exploración táctil, hacerse una idea de lo que representan.

Pablo Picasso, Salvador Dalí, Francisco de Goya, Johannes Vermeer y Joaquín Sorolla pintaron a sus musas en esos lienzos, ahora adaptados, de cuyas protagonistas vamos a descubrir algo más:

Retrato de Marie-Thérèse [1937], de Pablo Picasso. Marie-Thérèse Walter fue amante de Picasso con 17 años y se convirtió en la modelo de sus obsesiones eróticas. “Yo era una chica inocente. No sabía nada, ni de la vida ni de Picasso. Había ido a hacer unas compras a las galerías Lafayette y Picasso me vio saliendo del metro. Simplemente me agarró por el brazo y me dijo: ‘Soy Picasso. Tú y yo vamos a hacer grandes cosas juntos’”, relató Marie-Thérèse años después, según recoge el libro Picasso and the weeping women: the years of Marie-Thérèse Walter & Dora Maar (1994), de Judi Freeman.

Figura en una finestra (Figura en una ventana) [1925], de Salvador Dalí. La hermana de Salvador Dalí, Anna Maria, su principal modelo hasta la aparición de Gala en 1929, recordaba en la publicación Salvador Dalí visto por su hermana (1949) las largas sesiones en que le había servido de modelo al artista: “Los retratos míos que mi hermano pintó en esta época son incontables. Muchos de ellos eran meros estudios de bucles y de un hombro siempre descubierto. Pintaba paciente e infatigablemente, y a mí no me cansaba posar para él, pues nunca me ha aburrido el permanecer quieta y silenciosa”. Y continúa: “Durante las horas en que le servía de modelo, yo no me cansaba de observar aquel paisaje que ya, para siempre, ha formado parte de mi vida. Pues siempre me pintaba cerca de alguna ventana. […]”.

La maja desnuda [1795-1800], de Francisco de Goya. Desconocemos la identidad de la mujer que posa para el pintor en este cuadro, aunque se ha planteado la posibilidad de que se tratase de la duquesa de Alba o bien de Pepita Tudó, amante de Godoy desde el año 1797.

La joven de la perla [1665], de Johannes Vermeer. No se trata de un retrato, sino de un “tronie” o pintura de una figura imaginaria, género pictórico típico de la Holanda del siglo XVII (Edad de Oro neerlandesa). Aunque muchos han querido identificar en la modelo a alguien del entorno cercano a Vermeer, la joven de la perla no es nadie en especial; es una chica vestida al modo oriental que no destaca por su aspecto (no tiene pecas, ni marcas que la distingan), en este caso, una chica ataviada con una vestimenta exótica, un turbante oriental y una perla insólitamente grande en la oreja. De hecho, antes de llamarse La joven de la perla, se piensa que la obra era nombrada en los catálogos de Vermeer como La joven del turbante.

Paseo a la orilla del mar [1909], de Joaquín Sorolla. Representa a Clotilde y María, la mujer y la hija mayor del pintor, y su tranquilo paseo por la orilla del mar, en la playa de Valencia. Es un espectáculo de elegancia en la pose, la actitud y la indumentaria.

Juan Carlos Villanueva muestra algunas de los relieves de las pinturas

Mujeres creadoras en el Museo Tiflológico

Además, en este espacio dedicado a la igualdad, no podemos dejar de lado a las Mujeres creadoras en el Museo Tiflológico que han expuesto en el Museo Tiflológico de la ONCE: artistas actuales, con discapacidad visual, a las que dar a conocer ligeramente a través de estas líneas, para provocar en los lectores y lectoras la curiosidad que les impulse a tener un motivo más para visitar este Museo y disfrutar de algunas de sus obras allí expuestas. Por ejemplo, las de Kelly Arrontes (Raquel Carmina Arrontes), de pintura; Victoria Adame y Carmen Ollé, de fotografía, o Sagra Ibáñez, de arte textil, entre otras.

Todas ellas, a través de sus creaciones, aportan una visión de la realidad diferente, desde una mirada femenina, desde el sentir de esa mitad de la sociedad que siempre ha tenido un papel protagonista en el desarrollo, pero, hasta hace muy poco, casi siempre devaluado, cuando ellas tienen mucho que decir, mucho que mostrar.

Las pintoras en la historia

Si bien la mujer ha sido, en la historia de la creación del arte, una fuente de inspiración inconfundible para la mayoría de artistas, su papel como pintoras ha quedado relegado al olvido. Como en otros ámbitos culturales, las mujeres no fueron reconocidas, ni valoradas. Son muchas las que, habiendo realizado importantes contribuciones en la pintura y habiendo alcanzado un gran reconocimiento público en su época, han sido posteriormente omitidas de los libros de texto y manuales.

Algunos nombres, como los de Frida Kahlo o Georgia O’Keeffe, han pasado a la historia, mientras que otros, como los de Sofonisba Anguissola o Rosa Bonheur, han quedado en el olvido debido a múltiples factores, tales como:

- Roles de género. En una sociedad tradicional, en la que la mujer quedaba relegada al ámbito doméstico y a las labores de crianza, no eran pocas las dificultades con las que se encontraba una mujer que quisiera algo diferente. En efecto, la sociedad transformaba a las mujeres en esposas y madres, y esperaba que ellas cumplieran su papel con obediencia y sumisión.

Subestimación de su obra. La razón principal es que se ha considerado, sistemáticamente, un arte inferior. Las mujeres artistas siempre han sido vistas como copistas e imitadoras, pero no, como creadoras.

- Limitaciones al proceso educativo. Aunque podían acceder a las escuelas de arte para formarse, hasta finales del siglo XIX tenían vedado el acceso a las clases de desnudo. Privadas de esta formación, las mujeres se veían forzadas a abandonar temáticas tan importantes como la mitológica y la histórica, y limitarse al paisaje, los bodegones, las flores y el retrato. De este modo, los géneros considerados más importantes y los que permitían que un artista fuera considerado un genio, quedaban exclusivamente en manos de los hombres.

“A lo largo de la historia, hemos asistido a una ‘hipervisibilidad de la mujer como objeto de representación’, a la vez que ha sido invisibilizada como sujeto creador. Sin embargo, hubo excepciones, mujeres que lograron superar esas barreras, hacer de la pintura una profesión y dedicarse a su vocación, aunque, en ocasiones, eso les supuso tener que renunciar a otras muchas cosas. Debemos asumir que nuestra historia es una historia de hombres, construida por hombres, que ha dejado a un lado a la mujer. De este modo, aquello que estudiamos como Historia del Arte es una mirada sesgada de la realidad”, asegura el Agente de Igualdad de la ONCE en la Comunidad de Madrid, Juan Carlos Villanueva Mateo.


 

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