El reconocido poeta Ángel García López recibe en Madrid el Premio 'Amigo de los Tiflos'
De entre los 44 grandes nombres de la literatura española que durante los últimos tres decenios han formado parte de los distintos jurados de estos premios, que ya se han situado entre los más prestigiosos y anhelados por escritores noveles y consagrados con y sin discapacidad visual, el del ilustre Ángel García López (Premio Adonais 1969, Premio Nacional de Literatura 1973, Premio Nacional de la Crítica 1978, Premio Nacional de Letras Teresa de Ávila 2009 y Premio Andalucía de la Crítica 2013, entre otros) ha permanecido de manera constante, siendo su principal impulsor desde su origen.
Siempre de la mano de la ONCE, su objetivo ha sido año tras año incentivar, cual mecenas, la creación literaria y “reconocer el talento de autores, ciegos y no ciegos aún desconocidos o insuficientemente valorados, inéditos tal vez por la carencia de oportunidades y apostar por el alumbramiento de una serie de voces valiosas, latentes en nuestro colectivo de afiliados, que pugnaban por ver sus obras en estampa y poder demostrar con ello la existencia de unas cualidades injustamente ocultas en muchas ocasiones”, manifiesta.
Pregunta.- Pero ¿por qué ese empeño en crear hace treinta años estos galardones?
Respuesta.- Era una vieja preocupación en la sección de Cultura de la ONCE durante la última mitad de los años 80, y que tuvo además la fortuna de contar con un jefe de sección muy ilusionado entonces con el tema de la literatura y todo lo referente a esto. A partir de ahí pudimos poner en marcha un proyecto, que viendo todos sus pros y sus contras, al final fue aceptado y ese fue el momento de despegue.
P.- Queríais entonces que la gente afiliada a la ONCE escribiera, se adentrara en esa aventura que es la creación literaria...
R.- Sí. Yo fui director durante muchos años de una revista que se llamaba ‘Prometeo’. Escrita para nuestros colegiales afiliados entonces, una población que abarcaba desde los 4 a los 18 años. Y en ese período cronológico sabíamos que había muchos colegiales que cultivaban la literatura, el cuento, la anécdota, la descripción, la redacción... Se crearon después los Premios Prometeo, que eran unos premios simpatiquísimos porque no eran competitivos, de tal manera que todo aquel que concurría tenía ya un premio por el mero hecho de participar, lo que denominábamos “premio a la colaboración”, y que normalmente consistía en unos libros en braille. Pero luego entre los que concurrían se entregaban una serie de premios, nunca en metálico, siempre una cantidad, por ejemplo, 25.000 pesetas entonces, pero en especie, y eso podía ser una pauta, una regleta, un reloj sonoro, etc. Y además un viaje al extranjero, porque valorábamos mucho que los chicos ciegos se pudiesen encontrar durante su infancia con culturas distintas, idiomas extraños, con sabores diferentes... Esto comenzó en el año 1965. Por tanto ahí había un vivero importantísimo de voces que cultivándolas podían dar los frutos que están dando hoy, por lo que ya llegados a los 18 años pensamos que había que continuar fomentando esa faceta para que todos aquellos escritores ciegos pudiesen continuar y competir en buena lid con otros escritores ciegos y videntes.
P.- ¿Y cómo recuerdas aquella tarde del 86 en el restaurante Lhardy de Madrid, en la que se fundan los premios y se lanza la primera convocatoria?
R.- Aquello fue precioso. Fueron, que yo recuerde, además de nuestro entonces presidente Antonio Vicente Mosquete, invitados de la talla de Luis Rosales, que presidió el primer Jurado de los Tiflos, José Hierro, Félix Grande... Recuerdo que el salón grande de la planta de arriba del Lhardy, donde se celebraron grandes homenajes, como el dedicado a Manolete, estaba repleto, ya que además se invitó a muchos empleados de la ONCE, incluidos, claro, a sus directivos de entonces, entre ellos Ricardo Gayol... Y fue muy bonito porque la primera convocatoria fue para un cuento y para un poema, a modo de ensayo general para ver qué respuesta podía tener. Y la verdad es que fue unánime y magnífica. Así que al año siguiente pasamos a premiar un libro de versos y una colección de cuentos. Recuerdo aquel primer premio con un discurso final de Mosquete que acababa diciendo “Vivan los Tiflos, Ángel... Tiflos, Tiflos, muchos Tiflos” . ¡Aquello nos animó muchísimo!
P.- Y desde entonces, ¿consideras que ahora mismo es el premio más importante para autores con discapacidad visual, también muy valorado por autores videntes?
R.- Sí, aquí han concurrido muchos chicos y chicas de los Prometeo que ya eran empleados de la ONCE en distintas partes de España... Podría nombrar a muchos, como Antonio Perán, Eutiquio Cabrerizo o Ernesto de Gregorio... Estos premios les han facilitado poder llegar a publicar y darse a conocer y seguir calentando motores, ¿no? Y soltarse en la escritura... Y hace unos 8 años que se produjo el hecho inédito de que el premio absoluto de Poesía lo ganó un escritor ciego y catedrático de Literatura, José Más Sancho. Cuando vino a recoger su premio me preguntó que me había parecido su obra y le dije “¡magnífica!”, con su nivel puede aspirar a cualquier concurso de España. Ahora, hemos llegado a un punto en el que los autores ciegos van a tener que competir duramente, porque a los Tiflos concurren auténticos pesos pesados de la literatura actual, premios nacionales de literatura, premios de la crítica, Adonais, etc.
P.- ¿Y pensabas hace 30 años que estos Premios llegarían a ser uno de los más importantes del panorama literario nacional?
R.- Sí, yo sabía que si no había alguien por en medio que zancadilleara la idea y seguía para adelante y era estimulado, claro que sí... Aquí aparecerán voces de ciegos importantes.
P.- Y en cuanto a las obras que se han ido presentando, ¿ha habido alguna evolución en su fondo y forma? ¿Ha cambiado la manera de escribir?
R.- Cada obra es indudablemente hija de su tiempo, los poemas de ahora no son los mismos que hace 30 años. Yo, que soy ya un vejestorio, no tengo mucho criterio porque los árboles me impiden ver el bosque. Hay voces continuas repitiendo fórmulas extrañas siempre apoyadas en el surrealismo, pero desde un realismo sucio, a lo Bukowski, de una preocupación social y política; el mundo de la crisis contemporánea que hace que la gente se enerve... Pero bueno, dentro de eso, la poesía no es más que una y se puede vestir con muchos ropajes, pero la POESÍA con mayúsculas siempre será Poesía.
P.- Dicho esto, ¿crees que la poesía goza ahora mismo de buena salud?
R.- Bueno, creo que ha habido tiempos mejores para la poesía. Desde el siglo XIX la poesía está divorciada de la sociedad. A partir del siglo XIX desaparece y con el Romanticismo todavía se mantiene, gracias a Espronceda o a Bécquer. Ahora no, ahora hay muchas vocaciones de escritores poetas, pero no sé... Yo recuerdo, no obstante, una rima de Bécquer que dice: “No digáis que, agotado su tesoro, de asuntos falta, enmudeció la lira; podrá no haber poetas; pero siempre habrá poesía.”
P.- Y para acabar, ¿seguro que a largo de estos 30 años como jurado de los Tiflos recordarás más de una anécdota con algún ilustre escritor?
R.- Pues recuerdo una magnífica. Yo llevaba años, muchos años, detrás de que Camilo José Cela presidiera el Jurado de los Tiflos. Era inabordable. Le dieron el Nobel y entonces fue más inalcanzable todavía. Llegué por un intermediario a Marina Castaño, y nos propuso un caché de 300.000 pesetas de entonces. Yo lo propuse al responsable entonces de cultura en la ONCE y me dijeron: “No importa, Cela es Cela”. Pero a través de un poeta que ganó un premio Tiflos, García Marquina, vecino suyo en Guadalajara, conseguimos que viniese por 100.000 pesetas. Y cuando ya lo teníamos todo apalabrado, va Cela y se muere. Nos dejó sin presidencia.
A lo largo de estos 30 años, los Premios Tiflos de Literatura han galardonado las obras de 219 escritores -24 en Poesía, 75 en Cuento y 50 en Novela-, entre ellos 144 con discapacidad visual de habla hispana, procedentes, además de España, de Argentina, Uruguay, Guatemala, Chile, Cuba, Colombia, México, Reino Unido, Estados Unidos, Francia, entre otros países.
Unos datos que demuestran, según García López, que “siempre puede llegar a ser verdad la utopía”.
Mercedes Leal
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