Un café, un libro y un destino sellado con tinta indeleble: vidas cruzadas en una época gris

El Club Literario de la Delegación de Madrid 'Eco de palabras' celebra la última sesión de esta temporada
En una tarde que prometía ser cálida y vibrante, se llevó a cabo la esperada última sesión del club literario de la Delegación Territorial de Madrid 'Eco de palabras', que puso punto final al ciclo de encuentros. En esta ocasión, se abordó el título "Tu nombre con tinta de café", de Fernando Martínez López (2015), que transporta a las y los lectores al Madrid de los años sesenta y a las complejidades de una época marcada por la guerra, el amor y la memoria.
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Sabía que no estaba bien vista su presencia, el hecho de que una mujer sola frecuentara una de las mesas del café, pero había terminado por habituarse de tal manera a las miradas soslayadas que resbalaban por su piel sin dejarle secuelas.
El tiempo cambiaba de naturaleza en el café Gijón, se frenaba como una rueda sobre la arena, el café se hacía eterno y el camarero de bigote engominado agriaba la cara cada vez que pasaba junto a ella, una mujer sin compañía en el café, ¿qué tipo de educación le habrán dado sus padres?, apurando las horas cuando ya debería encontrarse en casa; aquí cualquiera entra y ya se cree escritor.
MARTÍNEZ LÓPEZ, Fernando. Tu nombre con tinta de café. 1.ª ed. Sevilla: Algaida Editores, 2015, pp. 17 y 19. ISBN 978-84-9067-158-0.
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La atmósfera mágica del café Gijón, lugar emblemático y escenario principal de la novela, fue el marco elegido para realizar una actividad que cautivó a las personas presentes y acabó convirtiéndose en un viaje sensorial y emocional, en el que la trama de Fernando Martínez López cobró vida entre sus paredes, cargadas de historia y tradición.
La jornada comenzó con una comida distendida en el interior, donde, entre risas y charlas sobre los planes estivales, el grupo disfrutó de un ambiente cercano y jovial. Como gesto de alegría y comunidad, se cantó el cumpleaños feliz a quienes celebraban su día en mayo o junio.
Después del almuerzo, la tertulia se trasladó a la terraza, acondicionada para soportar el calor extremo del día con difusores de agua y adornada con guirnaldas de luces, a modo de carpa, brindando un espacio íntimo y acogedor en medio de la gran ciudad.
La velada comenzó con una dinámica que rompió el hielo y generó confianza y complicidad entre las y los participantes. Cada asistente se presentó diciendo su nombre acompañado de la bebida con la que más se identificaba. La diversidad de elecciones fue tan rica como las tramas del libro: no faltaron el café, emblema central de la novela, tés aromáticos de canela y naranja, cerveza, bebidas espirituosas, como tequila, licores o cremas, refrescantes combinados y cócteles, como el tinto de verano, el mojito o el San Francisco, además de vinos con personalidad propia, desde un Rioja robusto hasta un delicado Albariño. Este juego no sólo permitió que cada participante mostrara un aspecto de sí mismo, sino que, además, creó un nexo simbólico con la obra, en la que el café no es sólo una bebida, sino un punto de encuentro para la vida y la literatura.
Uno de los coordinadores del club y Agente de Igualdad y Diversidad de la ONCE en la Comunidad de Madrid, Juan Carlos Villanueva Mateo, destacó la importancia de rescatar historias que reflejen las complejidades sociales y humanas de épocas pasadas. Señaló que: “La literatura es una herramienta fantástica para visibilizar realidades muchas veces ocultas, como las luchas personales y sociales que atravesaron mujeres y hombres en tiempos difíciles. En obras, como Tu nombre con tinta de café, encontramos no sólo una narración de amor y conflicto, sino también un reflejo de las desigualdades y tensiones que aún hoy debemos confrontar”.
“Promover estas conversaciones es clave para avanzar hacia una sociedad más justa y equitativa, porque conocer el pasado nos ayuda a entender el presente y a construir un futuro en el que el respeto y la igualdad sean los pilares fundamentales”, añade.
Por su parte, Alberto Gil Pardo, también coordinador del club, recogió el testigo y ofreció una breve, pero rica reflexión sobre la historia y el valor cultural del café Gijón. Recordó que, "desde su fundación en 1888 por el asturiano Gumersindo García, este local ha sido un epicentro intelectual, artístico y literario en Madrid". Ubicado en el paseo de Recoletos, el Gijón no sólo fue un lugar de encuentro para la comunidad asturiana, sino que rápidamente se consolidó como un punto neurálgico para escritores, artistas e intelectuales de renombre. Resaltó que, "aunque hoy las tertulias ya no tienen la misma intensidad que antaño, el café Gijón conserva su esencia como símbolo de la cultura madrileña. Con su decoración original de finales del siglo XIX, sus espejos y mesas de mármol, y su terraza en el paseo de Recoletos, sigue siendo un templo de la bohemia, un testigo vivo de más de un siglo de historia intelectual y artística en España".
El momento más atractivo y conmovedor llegó al cierre, cuando Juan Carlos invitó a cada participante a expresar en una sola palabra la emoción que el libro le había despertado. La variedad fue notable: desde tristeza, oscuridad y angustia, hasta amor, aprendizaje y lucha. Con estas palabras y la ayuda de la inteligencia artificial, se construyó una pequeña historia colectiva, que transmitía este mensaje positivo y esperanzador:
Luz en la tormenta
Había una vez un joven llamado Elías, que vivía en un pequeño pueblo donde la intolerancia y la represión marcaban la vida de quienes se atrevían a pensar diferente. Desde pequeño, Elías sintió que algo dentro de él no encajaba con las normas impuestas, pero su entorno sólo le ofrecía miedo, soledad y oscuridad.
A medida que crecía, su interés por la lectura y la música lo alejaba de los demás chicos de su edad, lo que generaba burlas constantes. Aquello fue sembrando en él una mezcla de angustia, frustración y un rencor que no sabía cómo canalizar. Su vida se volvió una rutina de hastío, sin sentido ni dirección, hasta que conoció a Alba.
Alba era nueva en el pueblo. Tenía una energía especial, casi contagiosa. Su mirada estaba cargada de esperanza, y sus palabras eran firmes y dulces a la vez. Ella era profundamente reivindicativa, siempre alzando la voz por quienes no podían hacerlo. Cuando Elías la escuchó hablar por primera vez en una reunión del pueblo, algo en su pecho despertó.
Comenzó entonces una etapa de enamoramiento silencioso y, a la vez, caótico. Elías sentía una especie de obsesión por saber más de ella, por entender cómo podía ser tan valiente en un mundo donde él sólo había sentido tristeza y congoja. Alba, con su manera de ver la vida, le enseñó que incluso en los peores escenarios, había espacio para el amor y el aprendizaje.
La relación entre ellos floreció lentamente, no sin tropiezos. Elías tuvo que enfrentarse a su melancolía y a todas las barreras que él mismo había construido para sobrevivir. Pero Alba no se fue. Con cada gesto, con cada silencio respetado y con cada palabra de aliento, le mostró que la lucha no siempre se gana con gritos, sino también con ternura.
Con el tiempo, Elías encontró su propia voz. Se unió a Alba en sus causas, no sólo por ella, sino por él mismo. Descubrió que ser diferente no era un error, sino una forma distinta —y valiosa— de estar en el mundo. Transformó su historia personal en un motor de cambio para otros jóvenes que, como él, se habían sentido atrapados entre la represión y la angustia.
Y así, en medio de un entorno que antes parecía inquebrantable, nacieron pequeños brotes de cambio. La oscuridad ya no era tan densa. La gente comenzó a escuchar, a comprender, y en muchos corazones antes endurecidos, surgió una nueva sensibilidad.
Elías ya no era aquel joven perdido. Era un hombre lleno de vida, de sueños, y sobre todo, de amor. Porque incluso las historias más duras pueden encontrar un final feliz… cuando hay esperanza.
Esta historia final, tejida con las emociones de los asistentes, fue un bello colofón que reflejó el poder de las palabras y el arte para transformar el dolor en luz y la adversidad en crecimiento. Y es que… la literatura tiene el poder de cambiar perspectivas y transformar vidas. Encuentros como éste, en un lugar emblemático como el café Gijón, nos recuerdan que los libros no sólo cuentan historias, sino que también abren caminos hacia el entendimiento, fomentando el diálogo, la inclusión y el compromiso con los valores que nos unen como comunidad. Porque cuando las palabras se comparten desde la empatía, pueden derribar barreras, sanar heridas y abrir la puerta a un mundo más humano y solidario.
El balance de este año del club literario 'Eco de palabras' no puede ser más positivo. A lo largo de sus citas, se ha consolidado como un espacio de diálogo, descubrimiento y reflexión, con una notable afluencia de personas lectoras de distintos colectivos: de reciente afiliación, con sordoceguera, trabajadoras… (muchas de ellas, habituales desde la primera sesión). La variedad de voces, la temática de las lecturas y el entusiasmo colectivo han dado forma a una comunidad viva en torno a los libros, en la que cada encuentro ha sido una oportunidad para crecer, emocionarse y mirar al mundo con nuevos matices. Sin duda, este cierre de curso deja un buen sabor de boca y el deseo común de seguir enriqueciendo las lecturas de sensaciones perceptibles con todos los sentidos.
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