Lola Robles: “Es un sueño hecho realidad”

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Como niña con zapatos nuevos. Imposible no sentir su felicidad. A punto de subir al escenario del Valle Inclán-Centro Dramático Nacional, por primera vez como profesional, la actriz manchega Lola Robles Sánchez, ciega para más señas, se pone en la piel -o mejor dicho en ‘el alma’- de Rosario de Acuña, escritora y periodista de ideología republicana, que nació a mediados del siglo XIX. “Fue una mujer librepensadora, feminista, dramaturga...”, declara con admiración hacia la realidad de su personaje, que interpreta con sumo respeto. “Me siento identificada en esa lucha por la igualdad, porque quería firmar sus obras de teatro y no la valoraban. Además era ciega y sé muy bien la fuerza que tienes que desarrollar ante las adversidades cuando tienes una discapacidad”, nos confiesa sin paliativos (archivo MP3) quien conoce bien el doble esfuerzo que se ha de desarrollar para conseguir idéntico objetivo.

Y mira que tiene tablas... Casi una década lleva en la agrupación artística ‘La Luciérnaga’ de la ONCE madrileña. “Somos un equipazo de verdad. Somos algo más que un grupo de teatro y vivimos mucho lo de todos y cada uno de nosotros”, dice rememorando la alegría compartida cuando le notificaron, mientras participaba de un ensayo con el grupo, su elección como actriz de reparto para ‘Rosario de Acuña: Ráfagas de huracán’, obra de Asun Bernárdez, dirigida por Jana Pacheco y producida por el  Centro Dramático Nacional.

Detallista de milimétrica perfección, Lola prepara ahora su papel protagonista. “Es la primera vez que actúo a nivel profesional; y nunca hubiera pensado que se puede montar una obra de teatro en veinte días... Es mucho esfuerzo, mucho trabajo y requiere mucho amor al teatro”, declara satisfecha y orgullosa (archivo MP3) quien repasa sus textos en braille, en la sala o en su propia casa... “Para mí es un sueño, y lo estoy cumpliendo, ¡estoy tan agradecida y tan feliz!”.

Luchadora y tenaz, apuesta -claro- por el teatro inclusivo. De hecho está al frente de la  asociación ‘Arte y Punto’, que en ello anda poniendo sus desvelos.

Loli Robles junto a su perro guía y el resto de actores

No obstante, vivió sus dificultades: le costó lanzarse a andar con el bastón blanco tras perder la vista totalmente ya con 30 años, aunque el proceso degenerativo apuntaba maneras desde que cumpliera los 12. Estudió en Madrid, en el colegio de la ONCE y ha sido agente vendedora de sus productos de juego durante tres décadas. Un día se quitó los miedos y solicitó su primer perro guía, luego un segundo... “Me daban pánico los perros y ese miedo me creaba un gran conflicto interno”, se sincera, pero reconoce la ilusión que le producía poder caminar con la autonomía que da un compañero de cuatro patas. Animada por su esposo, ciego como ella, se decidió “y ha sido -asegura- una de las mejores decisiones de mi vida”. Eila le acompaña desde hace cuatro años, es una labrador que sigue de cerca los progresos y actuaciones de Lola. “Es graciosísimo cómo nos sigue, mirándonos a todos sobre el escenario y sin sorprenderse por nada de lo que hacemos”, nos cuenta con infinita dulzura. Y continua: “viene a cada ensayo, a todos los sitios... Se echa en un ladito y parece que nos escucha”. Ahí está ahora, ‘entre sol y sombra’ (arhivo MP3): “yo creo que esperando una oportunidad”, bromea Lola sobre la posible ocurrencia perruna de saltar al escenario. Y la conversación fluye: Todo, o casi, es dar un paso al frente con decisión y confianza. Siempre hay un momento oportuno para los sueños, con ilusión se cumplen; o, si no, que le pregunten a nuestra protagonista, a Lola que fue mamá con 20 años y dentro de un mes su hijo cumple ya 29. Ella muy joven y su vástago más, claro, pero ya maduro e independiente.

Un buen día Lola entró en el taller de ‘La Luciérnaga’, bajo la dirección de Víctor Duplá, “y él me supo transmitir todo el amor por el teatro”, afirma. Y, ¡ojo!, que el rosa en su trayectoria sobre las tablas es sólo un color, porque más de una vez le han dado con la puerta en las narices por ser ciega. “El teatro es muy visual y no todos los profesionales están capacitados para enseñar a una persona ciega”, reflexiona. La confianza y el afán por superarse, aprender a moverse en escena -“porque mi mayor hándicap es la expresión corporal”, reconoce-, se adquieren con tesón. Jordi David Cataluña, de la veterana escuela de teatro ‘El Almadén’, le tendió la mano. “Con él empecé a tomar confianza y a presentarme cada vez en más sitios, a realizar más talleres...”, sonríe ahora aliviada, no sin cierta timidez. “Necesito ayuda para complementar mi ceguera. Mis manos son mis ojos y necesito tocar para aprender”, explica con naturalidad. Así aprendió a bailar flamenco y en general a expresar con soltura cuanto lleva dentro sobre las tablas de un escenario. A la vista ha estado (archivo MP3), desde el martes 16 hasta el 28 de octubre en el Teatro Valle-Inclán con ‘Rosario de Acuña: Ráfagas de huracán’. Ya lo dice ella: “Un sueño hecho realidad”. Pues... ¡mucha mierda, Lola!

Genoveva Benito     

 

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